Hemos empezado un nuevo trimestre. Y, aunque lo hemos hecho de forma un tanto ‘atropellada’ entre los retos que nos sigue poniendo por delante la pandemia y también Filomena, volvemos al aula (o a la pantalla) con ganas de ver a nuestros alumnos. Pero ¿qué vemos? O mejor dicho, ¿qué queremos mirar?
Un aula es algo vivo: en el mismo lugar y espacio de tiempo pasan multitud de cosas, algunas que vemos y otras que no. Miradas, gestos, conversaciones, emociones escondidas y otras más visibles, comportamientos edificantes y otros disruptivos… ¿Cómo gestionar tal cantidad de información?
Es importante entender la evaluación como un proceso continuo en el que se acompaña y asesora al alumno. Pero, para poder llevar a cabo este acompañamiento del alumno hay que enfocar la mirada, poniendo el acento en la evaluación de procesos. Esto implica sistematizar la observación que los maestros hacemos en el aula, enfocando nuestra mirada.
A continuación, te invito a reflexionar con algunas preguntas que pueden ayudarte, a ti, profe, a sistematizar tu observación:
1. ¿Qué vas a observar hoy? ¿En qué aspecto o en qué alumno/s vas a focalizar tu observación? Te hago algunas sugerencias:
Un alumno que no suele llamar tu atención: es importante poner especial atención en los alumnos “grises” o “transparentes” que son aquellos que suelen pasar desapercibidos, a los que muchas veces no se dedica mucho tiempo en el aula ni en la reunión de evaluación. Son esos alumnos bastante autónomos a la hora de trabajar, discretos, que no destacan a nivel académico ni social… ¿te viene a la mente alguno en concreto?
Cómo se relacionan o cómo trabajan los alumnos del fondo de la clase: cuando gestionamos la distribución de los alumnos en el aula, solemos poner cerca de nuestro espacio de trabajo a los alumnos que más nos necesitan (por tener dificultades de autogestión, emocional o académica, por falta de autonomía o atención…). Estos alumnos pueden llegar a “secuestrar” nuestro tiempo y dedicación, y es normal. Así que, para poder atender también al resto, puedes sistematizar un día a la semana, o cada cuanto tú consideres conveniente, para observar a los alumnos que están más lejos de ti.
La gestión del espacio del aula: ¿La distribución del mobiliario permite, en la medida de las posibilidades, tu movimiento libre y el de los alumnos por el aula? ¿Todos los espacios son susceptibles de ser usados con una finalidad educativa? Recuerda que tu clase es tridimensional: techos, suelos y paredes pueden utilizarse para colocar evidencias, para invitar a la reflexión, para visualizar los objetivos… ¿Cómo se mueven los alumnos por la clase? ¿Utilizan los rincones destinados a una finalidad concreta de forma adecuada?
Habilidades varias: gestión de la agenda, caligrafía, motricidad fina, capacidad de síntesis durante la toma de apuntes, gestión del tiempo de trabajo…
Uso de materiales propios y comunes: ¿Los respetan? ¿Los comparten? ¿Cuentan con todo lo necesario para desarrollar su tarea? ¿Son los adecuados para desarrollar las tareas? ¿Se adaptan a su nivel madurativo?
2. ¿Con qué herramienta voy a registrar esta información (checklist, escala…)? Las herramientas de evaluación son múltiples y variadas. Algunas están más dirigidas o son más adecuadas para registrar la observación, de forma que el registro se pueda convertir en un proceso ágil. Te recomiendo la Lista de cotejo o la Escala como las herramientas idóneas para hacer de esta observación algo eficaz.
3. ¿Qué haré después con la información registrada? ¿cómo la voy a gestionar? La información que registras es muy valiosa. Enriquece la visión que tienes de tus alumnos y esto implica un mayor conocimiento de los mismos. Habrá alguna información que tendrás que compartir con el resto de compañeros de claustro, quizá otra más sensible que comunicarás únicamente al tutor y/o al Dpto. de Orientación. Otra información la trasladarás directamente a la familia. Y seguramente, otros aspectos observados, simplemente, despertarán en ti una señal de alarma que te indicará la necesidad de seguir mirando atentamente a ese alumno hasta poder formarte una idea más ajustada de su necesidad o reafirmarán lo que ya conocías acerca de él.
Esta sistematización de la observación te permitirá huir de las temidas etiquetas, a ponerle nombre a tus intuiciones y a las de tus compañeros de claustro, a dotar de rigurosidad y veracidad tus juicios o pre-juicios e incluso a enfocar o re-enfocar tu práctica pedagógica.
En definitiva, a enriquecer el conocimiento de tu alumno que tanto necesitas para poder acompañarle y ayudarle a ser la mejor versión de sí mismo.
¿A quién vas a mirar hoy?
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