Internet supuso ya hace unos años una revolución, y con la pandemia, el RECURSO por excelencia. Nos ha permitido teletrabajar, seguir impartiendo clases, tener reuniones y hasta comprar en la farmacia, sin necesidad de salir de nuestro hogar.
De por sí, podríamos decir que es una herramienta positiva al servicio del desarrollo intelectual: ¿cuándo habíamos tenido tan al alcance la Biblioteca de Alejandría o acceso a los grandes museos del mundo? Tenemos todo el conocimiento a un clic.
Pero no podemos ser ilusos: el sexting, la pornografía, los juegos de rol o el aumento de la agresividad son solo la punta del iceberg (te recomiendo la lectura de Anna Plans Colomé, "Respeta mi sexualidad. Educar en un mundo hipersexualizado").
Para que el acceso y uso de Internet, por parte de niños y adolescentes, no sea algo dañiño o perjudicial para ellos, necesitamos darles la mejor arma para navegar. ¿Sabes cuál es? ¡¡LA EDUCACIÓN!!
Y cuando hablo de educación no me refiero a restringir o a educar en el miedo. Tampoco que no sea importante poner filtros de contenidos ni programas de control parental. Pero si estas son las únicas medidas, estamos abocados al fracaso.
Yo estoy hablando de educar en el buen criterio, en el espíritu crítico y en la importancia que tienen valores como la INTIMIDAD y la PRIVACIDAD.
Muchos de nuestros niños y adolescentes ya nacen sobrexpuestos a la mirada pública, sin ningún tipo de filtro. Padres que muestran orgullosos, sin pudor alguno, las intimidades de sus hijos y de su vida familiar. Su infancia queda registrada minuto a minuto: el nacimiento (¡algo tan íntimo como un parto o el primer contacto con su madre se hacen virales!), los días en el hospital, la primera papilla, su primer cumpleaños...
Un poco más tarde, empiezan a ser estos mismos niños los productores de contenidos: criaturas con 7 u 8 años crean videos de Tik Tok o tienen sus propios canales de Youtube, siempre auspiciados y protegidos por sus orgullosos padres que se convierten en sus "managers". Muchos niños de esta generación ya sueñan de mayores con ser "youtubers". Y lo de ser médico o bombero, ¿ya ha "pasado de moda"?

Quizá hoy, día de la PROTECCIÓN DE DATOS, es un buen momento para recordar que el valor del ser humano radica en su esencia, en lo que es, no en lo que tiene ni en número de Likes que le otorguen sus followers a sus publicaciones.
La autoestima, la voluntad (locus de control interno), el valor del tiempo o el esfuerzo, la generosidad, la austeridad o la sencillez, son valores que han de inculcarse y vivirse en el seno familiar, y reforzarse en la escuela, desde la más tierna infancia.

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