Internet supuso ya hace unos años una revolución, y con la pandemia, el RECURSO por excelencia. Nos ha permitido teletrabajar, seguir impartiendo clases, tener reuniones y hasta comprar en la farmacia, sin necesidad de salir de nuestro hogar.
De por sí, podríamos decir que es una herramienta positiva al servicio del desarrollo intelectual: ¿cuándo habíamos tenido tan al alcance la Biblioteca de Alejandría o acceso a los grandes museos del mundo? Tenemos todo el conocimiento a un clic.
Pero no podemos ser ilusos: el sexting, la pornografía, los juegos de rol o el aumento de la agresividad son solo la punta del iceberg (te recomiendo la lectura de Anna Plans Colomé, "Respeta mi sexualidad. Educar en un mundo hipersexualizado").
Para que el acceso y uso de Internet, por parte de niños y adolescentes, no sea algo dañiño o perjudicial para ellos, necesitamos darles la mejor arma para navegar. ¿Sabes cuál es? ¡¡LA EDUCACIÓN!!
Y cuando hablo de educación no me refiero a restringir o a educar en el miedo. Tampoco que no sea importante poner filtros de contenidos ni programas de control parental. Pero si estas son las únicas medidas, estamos abocados al fracaso.
Yo estoy hablando de educar en el buen criterio, en el espíritu crítico y en la importancia que tienen valores como la INTIMIDAD y la PRIVACIDAD.
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