Echo la vista atrás para mirar este año que dejamos y se despiertan en mí sentimientos encontrados, emociones que me encogen y me ensanchan el corazón a partes iguales.
Este 2020 ha sido un viaje al interior, un viaje de introspección y metacognición, de mirar hacia dentro y echar raíces un poco más profundas y quizá… también de escucharnos un poco más a nosotros mismos.
También ha sido un año que nos brindado la oportunidad de mirar y escuchar con mayor detenimiento a los nuestros, a aquellos que tenemos más cerca e incluso quizá de replantearnos nuestra relación con ellos.
Un año en el que hemos podido valorar el regalo que supone la vida, la familia, el trabajo, la salud, la seguridad financiera, el derecho a la educación… y tantas otras cosas que a lo mejor dábamos por supuestas.
También hemos vivido el dolor de la pérdida, la ausencia y la añoranza de los que más queremos y eso nos ha dejado herida profunda, hemos sido conscientes de nuestra fragilidad. Con el tiempo, las heridas irán cicatrizando y saldremos fortalecidos. Pero no lo olvidemos: esas cicatrices han de servirnos de recordatorio de lo vivido y aprendido.
Cuando de niña (y no tan niña) necesitaba consuelo, mi padre siempre me decía, “Después de un día triste nace otro mejor”, haciendo alusión a la canción de Karina de “El baúl de los recuerdos”.
Así que haré caso a mi padre, invitación que os hago extensible a toda mi Comunidad ENTRE PADRES Y PROFES: hagamos acopio de todos estos aprendizajes y lancémonos a la nueva aventura que supone el 2021 con ESPERANZA, sabiéndonos más sabios, más conscientes y más fuertes.
En el corto te regalo algunas de las preguntas con las que quizá el 2020 te ha podido interpelar y que quizá ahora te pueden ayudar a hacer una reflexión más detenida sobre tu crecimiento personal.
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