Generar en nuestros empleados sentido de pertenencia, implicación y motivación hacia su tarea, es fruto de un liderazgo positivo, de jefes con mentalidad de crecimiento, que saben delegar, promover y confíar en su equipo.
Pero me gustaría escarbar más profundo, ir más allá, a la raíz de ese motor que empuja al ser humano a dar todo de sí, a su raíz antropológica: el ser humano está CREADO PARA AMAR Y SER AMADO. La persona que se sabe amada y respetada se siente fuerte, capaz, poderosa. El ser amados nos hace sentir dignos, apreciados y válidos. Nuestros empleados se “ponen la camiseta”, se remangan y tiran del carro cuando se sienten valorados, queridos, apoyados.
Durante la Segunda Guerra Mundial, se descubrió, mediante lo que se llamó el marasmo hospitalario (bebés a los que se alimentaba y aseaba pero que al no tener un vínculo primario se dejaban morir), que el ser humano, sin amor, sin vínculos afectivos, puede llegar incluso a morir.
La capacidad de amar del ser humano no tiene límites. Una madre, por más hijos que tenga, los quiere a todos por igual, el maestro con 25 o 30 alumnos también… el corazón es un músculo muy poderoso.
El corazón siempre se ha identificado o asociado al órgano del amor porque la frecuencia de la emoción del amor se equipara exactamente a los movimientos rítmicos del corazón. Y es que este órgano tiene unas características que le hace especial:
· Es el músculo que más trabaja del cuerpo, es el más eficiente
· Es el único que nunca sufre agujetas ni sufre cáncer
· Late ininterrumpidamente unas 80 veces por minuto desde muy temprano en nuestra vida embriológica (con apenas 4 semanas)
· Cada día genera una energía suficiente para mover un camión durante 32 kilómetros
Esa capacidad innata de amar que tenemos los seres humanos hemos de poder mostrarla en todos los ámbitos de nuestra vida, no solo con la familia o amigos.
Nuestros empleados, independientemente del número de ellos que tengamos, han de sentirse profundamente respetados, escuchados y respaldados por nosotros. Y eso implica por nuestra parte un gran acto de generosidad, dar de nuestro tiempo, esforzarnos por mostrar siempre nuestra mejor versión. Y no solo esto, también una gran capacidad de planificación y gestión.
Y este “amor”, se traduce en actos concretos, que responden no solo al respeto, sino a un alto sentido de la JUSTICIA:
· Con una remuneración equivalente a su trabajo y entrega, y que muchas veces no tiene por qué responder a lo que “dice el convenio”.
· Crear Planes de Desarrollo Profesional personalizados que les capaciten para dar lo mejor de sí mismos.
· Diseñar políticas de promoción interna que les reten a superarse a sí mismos y que destilen la confianza que depositamos en ellos.
· Generar dinámicas de equipo que ayuden a cohesionar y a generar vínculos.
· Crear políticas de conciliación familiar. Cada empleado tiene una situación personal diferente, por lo que lo justo está en adaptarse a ella. Aquí no sirve lo del “café para todos”…
· Programar tiempos de calidad en nuestras agendas para compartir y acompañar: algunos serán de carácter más formal y otros más informal.
Todo ello se traducirá en la mejora del clima laboral y en un aumento exponencial de la productividad.
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