Ridiculizar como medio para educar o liderar un equipo, produce consecuencias muy perjudiciales en la autoestima de la persona. Esta puede llegar a dudar de su capacidad, bloquearse debido a la tensión o inhibir su capacidad para aprender: anula a la persona. La humillación recibida deja una huella difícil de borrar.
Por el contrario, motivar y felicitar en público, influye en las metas y en el sistema de creencias, se logran aprendizajes significativos, fomenta el interés y el esfuerzo.
Además, subrayar aquello que una persona hace bien te convierte en un buen líder. Llegar a ser un buen líder no es siempre algo con lo que se nace, sino que requiere mucho esfuerzo y entrenamiento diario.
El buen líder se distingue por el respeto y comprensión, sabe transmitir confianza y motivar a su equipo. Y, sobre todo, un líder es quien logra que los demás también lleguen a ser líderes.
Así que, ya sea a las personas a las que diriges, a tus alumnos o a tus hijos, acuérdate de corregir en privado y felicitar en público.
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