Como responsable de una institución o de una empresa, quieres ATRAER, GESTIONAR y FIDELIZAR EL TALENTO que tienes invertido en ella. Para ello, tratas de ofrecer un salario lo más competitivo posible dentro de tus posibilidades.
Pero, ¿no te ha pasado que, quizá, se haya ido un empleado tuyo a otra empresa en la que quizá le ofrecían un salario igual o incluso un tanto inferior al que tú le ofrecías? Como poco, eso te puede crear desconcierto.
Te propongo que revises el SALARIO EMOCIONAL que ofreces, ese que muchas veces no está escrito en el contrato. Este tipo de retribución se relaciona con las necesidades personales y familiares que mejoran el bienestar y calidad de vida. Son esas medidas que se toman en una institución pensando en la persona, no en el trabajador que hace, sino en la persona que siente y que necesita cubrir unas necesidades emocionales básicas.
Para aterrizar un poco más esta idea, voy a recurrir a Pilar Jericó, doctora en Organización de Empresas. En su libro “No Miedo, en la empresa y en la vida”, la autora detalla los 5 tipos de miedos del ser humano:
1. Miedo a la NO SUPERVIVENCIA: a perder el empleo, a no llegar a fin de mes…
2. Miedo al RECHAZO: a ser diferente, al éxito o a destacar (te recomiendo la lectura de Teresa Baró acerca del Síndrome de la Impostora)
3. Miedo al FRACASO: a equivocarse, a asumir riesgos, a tomar decisiones…
4. Miedo a la PÉRDIDA DE PODER: a perder un puesto de influencia, a no ser reconocido…
5. Miedo al CAMBIO: a la novedad, al cambio de localización o de una función…
Detrás de cada uno de estos miedos tan primitivos, está la necesidad de reconocimiento, amor y seguridad.
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