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EL AMOR ES EL CAMINO

Aún conmocionada y con el corazón encogido por el anuncio de la invasión de Ucrania. Triste, rabiosa y enfadada porque parece que a los humanos nos cueste aprender de nuestros errores.¿Por qué seguimos matando y generando sufrimiento por mantener o cambiar relaciones de poder? ¿Por qué dirimimos disputas en base a diferencias económicas, ideológicas o territoriales?


Ya el filósofo inglés Thomas Hobbes en su obra “Leviatán” hacía alusión al concepto “Homo homini lupus” (El hombre es un lobo para el hombre), haciendo referencia al origen individual, egoísta y violento del ser humano, entendiendo que el estado natural del hombre lo lleva a una lucha continua contra su prójimo. En contraposición, Jean-Jacques Rousseau, sostenía que el ser humano nace bueno y libre y es el mundo el que lo corrompe.


Independientemente de lo que nos muestre la historia o nos digan los pensadores más importantes de la filosofía, lo que está claro es que la violencia es una realidad con la que crecen nuestros niños y jóvenes. ¿Es entonces posible cambiar el rumbo de la historia y evitar conflictos?


Pues lamento decirte que no. El conflicto es y será siempre una constante en el ser humano por el mero hecho de ser seres sociales. Esto implica que de forma habitual entramos en conflicto con el otro e incluso con nosotros mismos: en ocasiones por motivos legítimos y necesarios como son proteger nuestra privacidad, legitimar nuestros principios o defender nuestros derechos… pero también hay orgullos, soberbias, envidias...


El conflicto es y será siempre una constante en el ser humano por el mero hecho de ser seres sociales.


Entonces es cuando debemos plantearnos dónde estamos poniendo el foco: ¿en el conflicto en sí? ¿en el cómo lo afrontamos? ¿en cómo prevenirlo? La respuesta a todas las cuestiones nos la apunta Gemma Ruiz Varela con una frase que repite mucho “el AMOR es el camino” y que siempre me ha parecido inspiradora. O como también dice mi padre “Anabel, siembra amor y recogerás amor. En cambio, si siembras odio, será lo que recogerás”.


Y el camino del amor es el único modo en que, a mi entender, debe entenderse la educación: educar es, en sí mismo, un acto de amor. Educar en la empatía, el perdón, la compasión, la misericordia, la empatía o la asertividad. Y, como todo en la vida, a educar se empieza con el EJEMPLO. Dice el Evangelio de San Lucas que “De la abundancia del corazón habla la boca” y yo añado: y también tus acciones. Así que hoy te pregunto… ¿cuál es tu reacción ante el conflicto?



Si tratas de resolver un conflicto familiar con un grito, un cachete, un castigo o un portazo, ¿qué mensaje estás transmitiendo? Si cuando un alumno se rebela ante una norma porque está experimentando con su parcela de poder, le castigas, ¿qué mensaje estás transmitiendo? Si vas a golpe de Reglamento de Régimen Interno sin antes tener en cuenta las circunstancias personales de tu alumno, ¿qué mensaje estás transmitiendo?


Educar en el amor es... buscar la conexión con el otro, tratando de entender sus circunstancias y los motivos que le han llevado a actuar de esa manera.

Educar en el amor es... validar la emoción de la otra persona, verbalizando que lo que siente, sea lo que sea, es legítimo.

Educar en el amor es... compartir experiencias personales en las que tú te has podido sentir igual, tratando de buscar la empatía con el otro.

Educar en el amor es... dejar espacio para la persona que en un momento dado se siente desbordada y necesita estar a solas.

Educar en el amor es... enfocarte en soluciones cuando te encuentras ante un conflicto, en vez de enfocarte en revanchas o buscando hacer sentir mal al otro para que “aprenda”.


Y para educar en el amor los padres y maestros necesitamos nuevos patrones para poder dejar de reproducir los aprendidos en nuestra infancia. Y esos nuevos patrones los aprenderemos formándonos, leyendo, compartiendo y practicando.



Entender que la violencia JAMÁS es el camino, que no es justificable en ningún caso, que "un cachete a tiempo" no es la solución a nada, ni un aprendizaje a largo plazo, tan solo la contención de una situación. No busquemos excusas.


La familia y la escuela debemos seguir trabajando por crear cultura de paz, por sembrar la semilla del amor en los niños y jóvenes. Y eso no se consigue únicamente celebrando el Día de la Paz, pintando nuestras manos de blanco o recortando palomas, concentrando a nuestros alumnos en el patio mientras hacemos un minuto de silencio. Este tipo de acciones están bien para concienciar, pero la siembra del amor y la paz es un trabajo que se realiza a diario, en cada clase, cada vez que nos dirigimos a un alumno, afrontamos una situación de indisciplina, corregimos a un hijo o buscamos mediar en un conflicto.

El camino es el amor y a él llegaremos por la educación. Invirtamos tiempo, esfuerzo y recursos en educación y así alcanzaremos la paz. No hay otra.

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